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sábado, 12 de enero de 2019

EL ORIGEN DE LA LEYENDA DE LOS REYES MAGOS




Ahora que hemos pasado por estas fechas navideñas, como no hablar de estos tres emblemáticos hombres que traen tantos regalos a tantas casas de todo el mundo, pero, se sabe su historia??




Una breve noticia del evangelista Mateo es el origen de una tradición que ha inspirado magníficas obras de arte. Los llamados Magos de Oriente no recibieron nombres ni fueron coronados reyes hasta el siglo VI. Año tras año, sabios y doctores de la Iglesia fueron completando después la historia que cada 5 de enero desvela a millones de niños

Eran magos y venían de Oriente, siguiendo el rumbo de una misteriosa estrella. Llegaron a Belén y ofrecieron al Niño tres regalos: oro, incienso y mirra, y se volvieron muy contentos a su país lejano. (Al llegar a Jerusalén se habían entrevistado con el rey Herodes, pero a la vuelta lo evitaron. Y Herodes, receloso y enfurecido, mandó a sus soldados que mataran en Belén a todos los niños menores de dos años.
Esto es lo que se cuenta.

Más sabio y preciso, en el siglo III, Orígenes escribe que eran tres, y Tertuliano afirma que los tres eran reyes, y algo después ya se divulgan sus nombres: Gaspar, Melchor y Baltasar. No tardó mucho en quedar fijado el día de la Epifanía en Belén: un 6 de enero, solsticio de invierno en Egipto. (A 12 días de la Natividad, el 25 de diciembre. Parece que ellos viajaron deprisa, acaso sobre presurosos camellos, del misterioso Oriente hasta Judea).

La leyenda por sabios clérigos dice: Los tres regalos vienen a expresar la triple naturaleza del recién nacido: el oro era para el rey, la mirra para el hombre, el incienso para el dios. Y los tres reyes representan las tres tribus bíblicas de Sem, Cam y Jafet (es decir, Asia, Europa y África). Las glosas alegóricas se reflejan en miles de pinturas e imágenes, pues la iconografía cristiana hace de la escena uno de sus motivos predilectos. 

A los Magos aún les quedaba un segundo viaje peregrino después de muertos. Se cuenta que tras volver de Belén a sus países, murieron allí y fueron enterrados en la lejana y fabulosa ciudad de Saba. Pasados unos siglos, vino a desenterrar sus huesos una piadosa dama y acreditada descubridora de reliquias, santa Elena, madre del emperador Constantino, y con el apoyo imperial se los llevó a Constantinopla. De allí logró rescatarlos Eustorgio, obispo de Milán, que trasladó a los tres en un sarcófago hasta su diócesis.



Ivan Elias Alvarez Martin



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